domingo, 21 de junio de 2009

Declaración de la Independencia

SITUACIÓN DEL PAÍS

El país no pasaba por un buen momento en lo económico, ni tampoco en lo político y lo militar. La amenaza de el envío de tropas españolas y la presencia de las mismas en el norte (controladas con mucho esfuerzo por las guerrillas de Güemes) colocaban a las Provincias Unidas en una situación comprometida, agravada aún más por las desavenencias internas entre los diferentes grupos políticos en torno a la forma de gobierno a implementar. Pese a todos los inconvenientes, los congresistas reunidos en Tucumán declararon solemnemente la independencia de estas provincias de España.
9 de julio de 1816.
Por la mañana, en reunión solemne, y en medio de honda expectativa, el secretario Juan José Paso lee la proposición consiguiente, y luego pregunta a los diputados si quieren "que las provincias de la Unión sean una nación libre e independiente de los Reyes de España y su metrópoli". Una aclamación cerrada por la afirmativa sigue a la pregunta, y enseguida los diputados ratifican individualmente su aprobación. El Acta respectiva es elocuente y pone de manifiesto la emoción que embarga a los firmantes, presididos por el diputado por San Juan, Francisco Narciso Laprida. Una carta del diputado Darragueira a Tomás Guido, fechada en Tucumán la noche del 9 de julio, informa lo ocurrido: "Después de una larga sesión de nueve horas continuas desde las ocho de la mañana en que nos declaramos en sesión permanente hasta terminar de todo punto el asunto de la Declaración de nuestra suspirada independencia, hemos salido del Congreso cerca de oraciones con la satisfacción de haberla concluido, y resuelta de unanimidad de votos nemine discrepante (sin que nadie discrepe) en favor de dicha independencia que se ha celebrado aquí como no es creíble, pues la barra, en todo el gran patio, y la calle del Congreso han estado desde el medio día lleno de gente, oyendo los que podían los debates, que sin presunción puedo asegurar a Ud. que han estado de lo mejor."




Para conocimiento de la población toda, se publicaba en español, quechua y aymará, lenguas habladas habitualmente en el territorio que se independizaba.
Los problemas políticos internos de la Provincias Unidas eran serios; la discordia y la divergencia de intereses regionales eran la moneda corriente; Tulio Halperín Donghi describe la delicada situación que se vivía en julio de 1816:"La unanimidad se hace en torno de la declaración de independencia, votada el 9 de julio y solicitada antes ansiosamente por San Martín, pero se rompe en torno del problema de la forma de gobierno. El 6 de julio Belgrano ha defendido elocuentemente la restauración de la monarquía incaica; a su juicio los directores de la política europea no podrán poner objeciones de principio a esta inesperada aplicación ultramarina de las doctrinas legitimistas. La monarquía incaica no sólo debería reconciliar a la revolución porteña con Europa; también la reconciliaría con su ámbito americano, en que se implanta mal; transformaría definitivamente la revolución municipal en un movimiento de vocación continental. Las discusiones que siguen no llegan a conclusiones precisas; el diputado Oro, de San Juan, pide que el Congreso no resuelva este asunto tan grave sin consultar a los pueblos; por su parte, se retira de la discusión, alegando carecer de instrucciones. El diputado Anchorena, revelando demasiado bien tras sus consideraciones inspiradas en Montesquieu cuál es la razón de su alarma, señala que en el vasto país las diferencias de la naturaleza las crean los temperamentos: la montaña siente y piensa de un modo y la llanura de otro. ¿Quiere decir Anchorena que la llanura es republicana y la montaña monárquica, o más bien que es la montaña la más apegada a la tradición prehispánica, o finalmente expresa de modo eufemístico su horror ante la idea de ver a un indio peruano gobernando a su Buenos Aires? En todo caso la solución que propone es la que la sabiduría política porteña volverá a descubrir cada vez que pierde la hegemonía sobre el país: acaso éste está hecho para ser federal... Llevado el debate a términos tan generales y elevados, no es extraño que no desemboque en ninguna resolución, aunque los proyectos monárquicos serán constantemente debatidos, y sucesivamente el oscuro descendiente de los incas que vivía aún en algún lugar del Perú, el no más ilustre Borbón de Luca, los indeterminados parientes pobres de la casa real inglesa serán examinados como futuros cónyuges de una infanta portuguesa y soberanos del Río de la Plata."
(Tomado de: Tulio Halperín Donghi, De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1989, págs.: 113-114.)

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